La kabalah puede ser al mismo tiempo buena, mala o indiferente. Por ejemplo la música es buena para aquel que es amante de esta , mala para el que lleva luto y para el que es sordo no es buena ni mala.
Cuando Spinoza habla de esencias, habla de la esencia de aquel, de aquella, nunca de la esencia del hombre. La esencia es siempre una determinación singular. No hay ideas generales, sólo hay singularidades: vos, yo, él.Le interesan, por lo tanto, los existentes en su singularidad. La palabra esencia muta de sentido. Ya no estamos en un sistema del juicio moral (“¿Hago lo correcto?”), sino en la pregunta por el modo de existencia que un acto implica: ¿Cómo hay que ser para decir eso? ¿Qué manera de ser implica?.El punto de vista de una ética es: ¿De qué eres capaz? ¿Qué puedes?. Es la gran pregunta Spinoziana: ¿qué es lo que puede un cuerpo? No un cuerpo cualquiera, sino el tuyo o el mío. No sabemos de entrada qué es lo que puede un cuerpo. Esto da lugar a experimentaciones. Propone toda una exploración de las cosas, lo que no tiene nada que ver con la esencia.
Ahora bien, esa cantidad de potencia que me constituye no es constante. Todo el tiempo aumenta o disminuye. ¿Por qué varía? Porque distintas cosas del mundo me afectan. Y en el paso de una afección a otra aquello de lo que soy capaz aumenta o disminuye. Por ejemplo: voy por la calle y me encuentro con Juan, que me resulta antipático o a quien temo. Lo saludo, sigo mi camino, pero algo ha cambiado. Me entristezco, mi potencia de actuar ha menguado. Después veo a Pedro, a quien quiero mucho. Digo “Buenos días, Pedro”, estoy tranquilizado y contento.Algunas cosas me afectan de tal modo que tienden a deshacer la relación entre partes que soy, mientras que otras refuerzan esa relación constitutiva, se integran a ella, van, por así decir, en el mismo sentido. El mal, entonces, no es lo que dictamina un precepto general, sino lo que me desintegra o descompone. En una carta Spinoza lo ilustra subvirtiendo el mito del pecado original. Dice: Dios no prohíbe absolutamente nada al sujeto Adán, sino que le revela una ley: la manzana deshace su relación constituyente. Es como el arsénico. Es una ley de la naturaleza. Pero Adán no entiende nada, y toma eso como una prohibición. Entonces Dios es como un padre, y si uno cree eso, anda por ahí reclamando signos y mandatos.
El paso vivido de una afección a otra es un afecto. Los afectos que son aumentos de potencia se llaman alegrías, los que son disminuciones se llaman tristezas.Cuando una cosa me entristece, una parte de mi potencia se emplea en circunscribir su efecto, en localizarlo. Se trata de impedir que eso deshaga mi relación constituyente. No es que tenga menos potencia, pero una parte de ella me es quitada, está como inmovilizada. Ya no dispongo de ella.En cambio, en la alegría no pasa lo mismo. Porque cuando las relaciones de dos o más cosas se componen, esas cosas forman un individuo superior, un nuevo individuo que las engloba y las toma como partes. Entonces emerge la noción común a mí y a aquello que compone su relación conmigo. En este sentido puedo decir que la alegría vuelve inteligente. Por ejemplo, escucho la música que amo: en ese momento se constituye un tercer individuo, del que yo y la música sólo somos una parte. Entonces digo que mi potencia está en expansión o que aumenta.También hay alegrías del odio. Como diría Spinoza, si imaginás la desgracia de alguien que odiás, tu corazón experimenta una extraña alegría. Se trata de alegrías compensatorias, indirectas. Por grandes que sean, nunca suprimirán la sucia pequeña tristeza de la que nacieron. El hombre del odio, el hombre del resentimiento, es aquel cuyas alegrías, todas, están envenenadas por las tristezas iniciales.Si ustedes se consideran afectados de tristeza, dice Gilles que dice Baruch, todo está perdido, no hay salida. Porque la tristeza es una descomposición, y nada en ella puede inducirlos a formar una noción común a los cuerpos que los afectan de tristeza y a ustedes. Esto quiere decir algo muy simple: la tristeza no vuelve inteligente. La melancolía no guarda ninguna verdad. Por eso los poderes tienen necesidad de que los sujetos sean tristes.Hay gente que cultiva la tristeza. La gente totalmente impotente es la más peligrosa. Son los que van a tomar el poder. Sólo pueden construir su alegría sobre la tristeza de otros. Tienen necesidad de la tristeza: sólo pueden reinar sobre esclavos, y la esclavitud es precisamente el régimen de disminución de la potencia. Este es el vínculo íntimo que denuncia la Ética entre el tirano, el esclavo y el sacerdote. Están unidos en la tristeza: “Odia a alguien, y si no tienes alguien a quien odiar, ódiate a ti mismo”.
Ser lanzado al mundo es correr el riesgo de encontrar a cada momento algo que me descomponga. No tenemos ningún conocimiento previo de lo que nos conviene. Debemos experimentar y equivocarnos. Las personas incapaces no son incapaces sin más: son aquellos que se precipitan sobre eso de lo que no son capaces y dejan escapar aquello de lo que son capaces. Son las que insisten sobre lo que es malo para ellas.Nadie sabe de qué es capaz. Y es así porque nadie ha vivido todas las situaciones posibles. Yo no estuve en la guerra. No sé como reaccionaría en ciertas situaciones límite. Son las sorpresas: hay que darse sorpresas uno mismo, decir: “Nunca hubiera pensado que podía hacer esto”. Es decir, ponerse en nuevas situaciones, explorar las posibilidades plegadas en uno. Porque el límite de una cosa está allí donde llega su potencia. Deleuze nos dice: llamaría razón o esfuerzo de la razón –conatus de la razón- a esta tendencia a seleccionar, a estudiar las relaciones, a este aprendizaje en la experiencia de las relaciones que me constituyen y las que no.Esto es la existencia como experimentación. Pero no se trata de una experiencia moral. Es una especie de experimento físico-químico.Si esa Causa es positiva (de bien) traerá efectos positivos y en la unidad de toda vida esto actúa sobre nosotros y lo que nos rodea, por lo tanto somos responsables absolutos de cuanto haya de agradable o lo contrario en nuestras vidasy nuestros entornos, . Es la explicación mistica filosofica inplantada en el Sinai : Lo que sembréis, cosecharais.En cada momento elegimos como deseamos vivir nuestro presente y como deseamos vivir nuestro futuro. Lo que hacemos , pensamos y dicimos siempre pertenece a alguno de los dos polos: positivo o negativo, el mísmo Principio de Polaridad lo fija en uno de ellos y el Principio de Causa y Efecto lo retorna intensificado en algún momento. No hay error, los Principios son inalterables, inequívocos e impersonales.La kabalah solo nos devuelve lo que le hemos dado.En definitiva, si nos decidimos a vivir generando causas positivas, y transmutando las causas negativas.tenemos la llave de la puerta que nos dejara , disfrutar de una mejor calidad de vida con Sabiduría. חכמה Jojmah
Ahora bien, esa cantidad de potencia que me constituye no es constante. Todo el tiempo aumenta o disminuye. ¿Por qué varía? Porque distintas cosas del mundo me afectan. Y en el paso de una afección a otra aquello de lo que soy capaz aumenta o disminuye. Por ejemplo: voy por la calle y me encuentro con Juan, que me resulta antipático o a quien temo. Lo saludo, sigo mi camino, pero algo ha cambiado. Me entristezco, mi potencia de actuar ha menguado. Después veo a Pedro, a quien quiero mucho. Digo “Buenos días, Pedro”, estoy tranquilizado y contento.Algunas cosas me afectan de tal modo que tienden a deshacer la relación entre partes que soy, mientras que otras refuerzan esa relación constitutiva, se integran a ella, van, por así decir, en el mismo sentido. El mal, entonces, no es lo que dictamina un precepto general, sino lo que me desintegra o descompone. En una carta Spinoza lo ilustra subvirtiendo el mito del pecado original. Dice: Dios no prohíbe absolutamente nada al sujeto Adán, sino que le revela una ley: la manzana deshace su relación constituyente. Es como el arsénico. Es una ley de la naturaleza. Pero Adán no entiende nada, y toma eso como una prohibición. Entonces Dios es como un padre, y si uno cree eso, anda por ahí reclamando signos y mandatos.
El paso vivido de una afección a otra es un afecto. Los afectos que son aumentos de potencia se llaman alegrías, los que son disminuciones se llaman tristezas.Cuando una cosa me entristece, una parte de mi potencia se emplea en circunscribir su efecto, en localizarlo. Se trata de impedir que eso deshaga mi relación constituyente. No es que tenga menos potencia, pero una parte de ella me es quitada, está como inmovilizada. Ya no dispongo de ella.En cambio, en la alegría no pasa lo mismo. Porque cuando las relaciones de dos o más cosas se componen, esas cosas forman un individuo superior, un nuevo individuo que las engloba y las toma como partes. Entonces emerge la noción común a mí y a aquello que compone su relación conmigo. En este sentido puedo decir que la alegría vuelve inteligente. Por ejemplo, escucho la música que amo: en ese momento se constituye un tercer individuo, del que yo y la música sólo somos una parte. Entonces digo que mi potencia está en expansión o que aumenta.También hay alegrías del odio. Como diría Spinoza, si imaginás la desgracia de alguien que odiás, tu corazón experimenta una extraña alegría. Se trata de alegrías compensatorias, indirectas. Por grandes que sean, nunca suprimirán la sucia pequeña tristeza de la que nacieron. El hombre del odio, el hombre del resentimiento, es aquel cuyas alegrías, todas, están envenenadas por las tristezas iniciales.Si ustedes se consideran afectados de tristeza, dice Gilles que dice Baruch, todo está perdido, no hay salida. Porque la tristeza es una descomposición, y nada en ella puede inducirlos a formar una noción común a los cuerpos que los afectan de tristeza y a ustedes. Esto quiere decir algo muy simple: la tristeza no vuelve inteligente. La melancolía no guarda ninguna verdad. Por eso los poderes tienen necesidad de que los sujetos sean tristes.Hay gente que cultiva la tristeza. La gente totalmente impotente es la más peligrosa. Son los que van a tomar el poder. Sólo pueden construir su alegría sobre la tristeza de otros. Tienen necesidad de la tristeza: sólo pueden reinar sobre esclavos, y la esclavitud es precisamente el régimen de disminución de la potencia. Este es el vínculo íntimo que denuncia la Ética entre el tirano, el esclavo y el sacerdote. Están unidos en la tristeza: “Odia a alguien, y si no tienes alguien a quien odiar, ódiate a ti mismo”.
Ser lanzado al mundo es correr el riesgo de encontrar a cada momento algo que me descomponga. No tenemos ningún conocimiento previo de lo que nos conviene. Debemos experimentar y equivocarnos. Las personas incapaces no son incapaces sin más: son aquellos que se precipitan sobre eso de lo que no son capaces y dejan escapar aquello de lo que son capaces. Son las que insisten sobre lo que es malo para ellas.Nadie sabe de qué es capaz. Y es así porque nadie ha vivido todas las situaciones posibles. Yo no estuve en la guerra. No sé como reaccionaría en ciertas situaciones límite. Son las sorpresas: hay que darse sorpresas uno mismo, decir: “Nunca hubiera pensado que podía hacer esto”. Es decir, ponerse en nuevas situaciones, explorar las posibilidades plegadas en uno. Porque el límite de una cosa está allí donde llega su potencia. Deleuze nos dice: llamaría razón o esfuerzo de la razón –conatus de la razón- a esta tendencia a seleccionar, a estudiar las relaciones, a este aprendizaje en la experiencia de las relaciones que me constituyen y las que no.Esto es la existencia como experimentación. Pero no se trata de una experiencia moral. Es una especie de experimento físico-químico.Si esa Causa es positiva (de bien) traerá efectos positivos y en la unidad de toda vida esto actúa sobre nosotros y lo que nos rodea, por lo tanto somos responsables absolutos de cuanto haya de agradable o lo contrario en nuestras vidasy nuestros entornos, . Es la explicación mistica filosofica inplantada en el Sinai : Lo que sembréis, cosecharais.En cada momento elegimos como deseamos vivir nuestro presente y como deseamos vivir nuestro futuro. Lo que hacemos , pensamos y dicimos siempre pertenece a alguno de los dos polos: positivo o negativo, el mísmo Principio de Polaridad lo fija en uno de ellos y el Principio de Causa y Efecto lo retorna intensificado en algún momento. No hay error, los Principios son inalterables, inequívocos e impersonales.La kabalah solo nos devuelve lo que le hemos dado.En definitiva, si nos decidimos a vivir generando causas positivas, y transmutando las causas negativas.tenemos la llave de la puerta que nos dejara , disfrutar de una mejor calidad de vida con Sabiduría. חכמה Jojmah
es el lado derecho del cerebro, donde fluye la creatividad y el mundo de las ideas.Nuestra labor se asemeja a la de esos electricistas irresponsables que dejan cables pelados por todas partes. La mayor pretensión de este estado de jojmah es que cuando tengamos la llave en la mano y pongamos los dedos sobre alguno de estos cables de las ideas , recibamos una descarga inolvidable”donde la accion de la idea se ilumine y entendamos esto .Soy lo que puedo. alcanzando una visión de la verdadera realidad de nuestra esencia,continuando la búsqueda de la sustancia primigenia identificandonos con nuestras ideas y leyes de nuestra propia naturaleza con una mente universal.Despertando Tiferet la esencia de nuestra Belleza תפארת , Tiferet esta en medio del árbol por que tiene su equilibrio y el poder
de trasmitir y generar energias expansivas positivas.es la unión de las tres emociones primarias jesed , guevurá y tiferet .donde nacen las ideas y los estados positivos del alma cuerpo y mente.Jojma corresponde con el destello intuitivo de la iluminación intelectual: la idea original propiamente dicha. Es la idea seminal, el “pensamiento interior”, los detalles que aún no fueron diferenciados y externalizados; aún no fueron procesados y se encuentran intensamente concentrados en el destello intuitivo.pero sin Tiferet esos cables no prenden la luz.