Origen de los Fenicios:
Los griegos fueron los grandes cronistas de la historia fenicia. Su nombre se lo dieron ellos. El término griego "phoenix" se encuentra por primera vez en Homero y significa púrpura. "Los de la púrpura", los llamaban, por ser los inventores de este tinte que extraían del molusco murex, abundante en las costas fenicias.
"Fenicia fue ilustre -escribe Pomponio Mela- por los fenicios, raza de hombres hábiles y bien dotados para los oficios de la guerra y de la paz; ellos inventaron las letras y otras obras de la literatura y de las artes, como recorrer los mares con naves, combatir sus escuadras y gobernar a los pueblos, así como el despotismo y la guerra"
Por lo que se ha podido saber, fue alrededor del año 5.000 o 4.000 antes de nuestra era cuando un grupo de hombres de origen cananeo, raza semita y lengua semítica, procedente del golfo pérsico o Arabia se establecieron en las costas septentrionales sirio libanesas. Su territorio era una débil franja costera aislada del continente por una cadena de montañas, los montes del Líbano cubiertos entonces por espesos bosques de cedro. Lo que los fenicios necesitaban para construir sus excelentes naves, e incluso para suministrar madera de alta calidad y precio al Egipto faraónico. Según Herodoto los fenicios eran un pueblo "botado al mar por su geografía".
Los fenicios han ocupado durante mucho tiempo un singular espacio en la historia. A través de las numerosas referencias que otros hicieron de ellos – en la Biblia, en la literatura antigua y en las obras de los historiadores clásicos – alcanzaron reputación como los más destacados navegantes, mercaderes, artesanos ambulantes, exploradores y constructores navales de su época. Como pueblo asumieron un papel de intermediarios entres países distantes, entre la antigua cultura oriental y la occidental. De ellos no han quedado huellas, una de las razones fue la humedad del clima litoral, ya que las inscripciones en los papiros desaparecen rápidamente, la madera se pudre, las tabletas de arcillas, a menos que estén enterradas bajo tierra, se desintegran. Incluso las inscripciones en piedra, al estar expuestas al viento, la lluvia o las heladas se vuelven indescifrables. Por tanto, mientras los fenicios estuvieron sin duda unos mil años afanados en hacer cosas, guardando lo que hacían y anotándolo, los elementos, a su vez se afanaban en destruirlas.
Si queremos acercarnos al conocimiento de los fenicios, debemos entender desde el principio que nunca ellos se reconocieron bajo ese nombre, ni tuvieron conciencia de nacionalidad o pretendieron un reconocimiento público de otros pueblos. Nunca existió un país llamado "Fenicia", solo hubo un grupo de ciudades independientes, más interesadas en el comercio que en erigir un imperio. Las cinco ciudades más importantes de la Fenicia Oriental eran: Arados, Biblos, Birutos (Beirut), Tiro y Sidón. Todas siguen habitadas hoy día y entre los cascotes enterrados en torno a los bordes de las ciudades modernas, los arqueólogos hace poco más de cien años, empezaron el lento redescubrimiento del pasado fenicio.
Sus proezas como valerosos guerreros quedaron demostradas con la resistencia de Tiro y Sidón contra los conquistadores mesopotámicos y más tarde con la prolongada lucha de Cartago contra Roma.
Los fenicios, como pueblo, no pueden ser diferenciados de los cananeos, por lo menos hasta el año 1200 a.C. Alcanzaron su cenit cuando comenzaron a expandir su influencia por medio del comercio y sus gentes por medio de la colonización, a lo largo del Mediterráneo y más allá. Siguen sus éxitos en oriente hasta el 332 a. C, en que Alejandro tomo Tiro y en el occidente hasta el 146 a. C, en que Roma saqueo Cartago. A partir de estos hitos la Fenicia Oriental se incorporó al mundo griego helenístico y la Fenicia Occidental al romano
Topografía del Lugar de Origen de los Fenicios:
Los fenicios vivían en la costa septentrional Sirio-Libanesa. Al observar un mapa de esta región, se puede comprobar que la posición geográfica de su país, los caracteres naturales del territorio y la propia habilidad de sus habitantes fueron un determinante para impulsar a los fenicios a buscar rutas marítimas para su expansión y desarrollar las mayores empresas navales.
La región era una franja costera, aislada del continente por dos cadenas de montañas de norte a sur: el Líbano y el Antilíbano con una longitud de 200 kilómetros por 20 de ancho y 2.700 metros a más de altitud. Era una región muy accidentada, cubierta en ese entonces por espesos bosques de cedro, famosos en la antigüedad por suministrar madera de alta calidad a todo el Mediterráneo. Fenicia no pudo ser una región agrícola pues la extensión de su tierra cultivable era muy pequeña aunque ellos descendieran de los cananeos, pueblos agrícolas y ganaderos. El clima costero era bastante húmedo, causa que ayudo a desaparecer huellas y vestigios de esta cultura.
El río más importante fue el Orontes al norte. En los valles más estrechos de las regiones montañosas no existía el incentivo de unirse, el terreno tendía más bien a separar a las gentes. Así en lugar imperio surgieron ciudades-estados, independientes cada una con su propio rey y gobierno. Las ciudades fenicias se situaban en la porción de la franja costera, las cuatro ciudades más importantes eran Aradus (Ruad) que estaba situada en una isla frente a Tartus, Biblos (Jbeil), Sidón y Tiro. Otras eran Maratus (Amrit), Beritus (Beirut), Ecdippa (Aczib) y muchas, sí bien algunas no mayores.
El litoral, poseía abundantes radas y bahías propias para la construcción de buenos puertos, el emplazamiento insular de los fenicios no se explica solamente por su apego al mar, era también una precaución. La ciudad marinera era fácil de defender particularmente si contaba con una formidable escuadra de guerra. Fenicia tenía el grave problema de hallarse en un privilegiado solar, pero sin definición de fronteras y con condición de tierra de paso, estratégicamente situada entre tres continentes. Estaba rodeada de poderosos vecinos que envidiaban su riqueza y prosperidad, entre ellos Asiria, Babilonia, los Hititas, Egipto, Israel, griegos y filisteos, los que periódicamente la atacaban y saqueaban, sin embargo fenicia se reconstruía y fortalecía cada vez.
Por su topografía y posición geográfica, la potencia fenicia estaba en el mar y su debilidad en tierra, no es de extrañar pues, que ha principios del siglo XIX, cuando los arqueólogos empezaron a ocuparse de esas misteriosas gentes que fueron los fenicios, apenas podían hallarse rastros suyos que estudiar.
Historia de los Fenicios en su Lugar de Origen:
La historia política de Fenicia se compendia en la supremacía que sucesivamente ejercieron GEBAL O BIBLOS ,SIDON y TIRO, sus ciudades más importantes. Cada una de estas ciudades constituía un minúsculo Estado independiente, con sus leyes, su constitución su gobierno propio, sus reyes hereditarios, cuyo poder estaba templado por las familias aristocráticas y por la clase sacerdotal.
Hegemonía de Biblos
Su ejemonía dura hasta el siglo XVIII a. de J.C., los datos que se poseen acerca de éste periodo son muy escasos. Solo sabemos que los egipcios establecieron una factoría o casa de comercio en Biblos y compraban a sus príncipes las maderas del Libano. Las excavaciones, han puesto al descubierto la importancia de esta ciudad con Egipto, por las relaciones que mantuvo con los faraones.
Hegemonía de Sidón
Su hegemonía duró cinco siglos, del XVIII al XIII antes de Cristo. Sidón (la Pesquería), estaba situada en la pendiente de un promontorio cerca de una llanura bien regada y cubierta. Poseía una flota numerosa con la que desarrolló un intenso comercio en la época en que los ejipcios dominaban el Asia Anterior. De esta forma, los feinicios bajo la protección de los Faraones egipcios, intencificaron su comercio con los pueblos ribereños del Mediterráneo y principalmente con el valle del Nilo.
Durante la egemonía de Sidón, los fenicios empezaron la colonización del Mediterráneo oriental y fundaron factorías en Chipre, Creta y Rodas. Al igual que explotaron el oro de las minas de Tasos, de la Colquida, etc. Finalmente, Sidón fue saqueada y destruida primero por los Filisteos en 1209 y, depués por los asirios. Ocasionando que a partir de ese momento, viviera bajo el yugo de los extrangeros.
Hegemonía de Tiro
Después de Sidón, la hegemonía paso a Tiro, ejerciendola también durante cinco siglos, del XIII al VIII antes de Cristo. Tiro estaba situada al sur de Sidón y costaba de dos ciudades: una en el continente y la otra en un islote rocoso, separada de tierra firme por un brazo de mar de un kilómetro de anchura. Y su puerto estaba situado entre ambas ciudades.
Al caer Sidón bajo los Filisteos (1209), muchos nobles de ésta ciudad se refugiaron en Tiro. De esta forma, las ciudades fenicias formaron una confederación y aceptaron la soberan+ia de Tiro, dando inicio, a lo quese llamó la fundación de una nación fenicia, bajo un régimen monárquico.
Durante este periodo, los fenicios ubicaron por todo el Mediterráneo occidental, establecimientos de varias clases, tales como las factorías, o casa de comercio, a las que los abitantes del país acudían a cambiar los prodicutos de su región por los objetos fabricados que les llebaban los fenicios. De igual manera, establecieron verdaderas colonias, en islas como Chipre, Creta, Cartago, etc. Pero sin duda alguna, la península ibérica, fue su mayor centro de colonización en el mediterráneo occidental, ya que fundaron Málaca (Málaga), Abdera (Adra), Ebussus (Ibiza) y muchas otras ciudades que perduran hoy en día, anque no tenga mucha importancia. Cadir (Cádiz), fue centro de las colonias fenicias en España. En sus viajes marítimos, llegaron por el norte hasta las islas Casitérides o islas de estaño (hoy Seilly o Sorlingas). Y por el sur hasta Cabo Verde, en Africa.
Los principales reyes de Tiro fueron:
Adibaal (990 980)
Fue el primer monarca fenicio, contemporáneo a David.
Hiram I (980 946)
Hijo de Adibaal y suegro de Salomón. Incrementó la marina y sostuvo relaciones comerciales con la Península Ibérica y el Oriente.
ItoBaal (887 ...)
Sacerdote de Astarté. Se alió con los hebreos y casó a su hija Jezabel con Acab, rey de Israel.
Pigmalión
Subió al trono a la edad de once años, bajo la regencia del gran sacerdote Melkart que estaba casado con Elisa o Dido, hermana del rey. Asesinado el regente en una sublebación popular, Elisa urdió una conjuración contra los asesinos de su esposo. Descubierta la conjuración, huyó a Africa con sus partidarios y compró en la costa al rey libio Jarbas un trozo de terreno donde fundó Cartago (880). Ciudad que muy poco después heredaría la supremacía del mundo fenicio.
La decadencia de Tiro, tuvo como causas las luchas entre la aristocracia y el partido popular, y los ataques de los soberanos asirios y babilonios. La caída de Tiro, puede ser vista en cuatro etapas:
Fue conquistada por los asirios en el siglo IX.
Fue destruida por Nabucodonosor, después de trece años de sitio en el 574.
Fue una satrapía o provincia del imperio Persa en el reinado de Ciro el Grande.
Finalmente, Alejandro tomó y destruyó Tiro en el 332.
Destruida Tiro, CARTAGO le sucedió en la supremacía del mundo fenicio.
El Doctor en Filosofía y Filología Semítica de la Universidad de Zaragoza, especializado en el pensamiento musulmán andalusí, Joaquín Lomba Fuentes, dice en su reciente libro La raíz semítica de lo europeo (Ediciones Akal, Madrid, 1997): «Si se quiere entender en profundidad el ser de Europa, no basta con volver la mirada a Grecia y Roma para encontrar en ellas sus raíces. El mundo semita, en su vertiente musulmana y judía, constituye una de las bases fundamentales de nuestra historia y cultura. No en vano "Europa", en la mitología griega, era de ascendencia fenicia. Esas raíces semíticas de lo europeo se detectan especialmente en la Edad Media. Durante ese período el desnivel cultural entre Europa y el mundo árabe fue patente. Europa estaba sumida en los restos empobrecidos de una tardía latinidad mientras el Islam y el Judaísmo recuperaban lo mejor del legado griego, lo asimilaban y lo perfeccionaban. Tanto, que empieza un ingente flujo de trasvase cultural hacia Europa, gracias al cual ésta rejuvenece, adopta nuevas formas de hacer ciencia, filosofía y literatura, aprende estilos nuevos de comportarse, de vivir la religión, de sumirse en los abismos misteriosos de la mística, de practicar la ascética, de amar, de disfrutar de la belleza. Reconocer esta deuda, agradecer a la Historia este regalo, es ser europeos auténticamente». (...) Ante todo, Europa pudo leer por primera vez la ciencia y filosofía griega no sólo tal como en su día fue sino reinterpretada, elaborada y perfeccionada por musulmanes y judíos. (...)
Con ello y, como consecuencia, aparece emparejado el tema,de procedencia semita, árabe y judía, cual es el de las relaciones entre fe y filosofía, o razón, entre religión y fe, entre pensamiento humano y revelación. (...)
Para Averroes y Maimónides, la filosofía y la religión no se pueden contradecir a pesar de que son autónomas, porque apuntan y llevan a la misma Verdad».
En la Edad Media (según la historia de Europa), la civilización musulmana —que entonces brillaba por el dinamismo y el prestigio de su filosofía, su literatura y sus ciencias— ejerció una gran influencia sobre la cultura judía.
En aquella época, sabios, eruditos, poetas y literatos judíos escribieron en árabe la mayoría de sus obras. También adaptaron en hebreo los modelos literarios árabes, muy especialmente en al-Ándalus —la España islámica—, que conoció el florecimiento de una espléndida cultura judeomusulmana a lo largo de ocho centurias.
La Sefarad bíblica
Pese a su poética resonancia oriental, la palabra hebrea «Sefarad» no se refiere a Asia: designa a la Península Ibérica, y «sefaradí» quiere decir judío oriundo de España o Portugal.
Sefarad es un toponímico bíblico. La Biblia Hebrea se conoce por las siglas de Tanaj —la suma de la Torá o Pentateuco, Neviím Rishoním o Primeros Profetas, Neviím Aharoním o Profetas Posteriores y Ketuvím o Escrituras—. En el Libro de Abdías (en hebreo Ovadiau), podemos leer: «... y los cautivos de Jerusalem que están en Sefarad»(Abdías: 1-20). Aunque, en realidad, este profeta menor parece aludir a la región de Sardes, en Asia Menor, la tradición la identificó posteriormente con la Península Ibérica.
Jonatán Ben Uzziel (s. I a.C.-s. I d.C.), autor del Targum (pl. targumím: traducción parafrástica al arameo de los libros de la Biblia) y el más distinguido discípulo de Hillel el Sabio o el Viejo (Babilonia 70 a.C-Jerusalem 10 d.C.), identifica a Sefarad como Ispamia o Ipamia. En la Peshitta (II siglo d.C.), la primera traducción siríaca de la Biblia, se vincula a Sefarad con la Hispania romana. Desde fines del siglo VIII, Sefarad se convirtió en la usual apelación hebrea de la Península Ibérica (cfr. Enciclopaedia Judaica, 17 vols., Keter Publishing House Jerusalem Ltd., Jerusalem, 1972, Vol. 14, Sepharad, pág. 1163).
El arribo y asentamiento de los judíos a la Península Ibérica están envueltos en la leyenda, remontándose las fechas hasta la época del Profeta Suleiman Ibn Daud (970-931 a.C.) —en hebreo Shlomó Ben David—, cuando las naves fenicias de Hiram de Tiro comerciaban con el mítico país de Tarsis o Tartessos —probablemente localizado en algún lugar entre Huelva y Ronda, en Andalucía, España (cfr. Libro I de los Reyes, 10-22).
La Sefarad de la época visigótica
Cuando se produjo la destrucción de Jerusalem (en hebreo, Ierushalaiím; en árabe, al-Quds) por las
legiones romanas —crónica narrada vívidamente por el historiador judío romanizado Flavio Josefo (37 d.C.-c.101)(1), núcleos de judíos fugitivos se establecieron en Africa del Norte y de allí se unieron a los vándalos de Genserico (400-477), pasando luego a la Península Ibérica.
Los primeros asentamientos judíos se establecieron en la costa mediterránea (Ampurias, Mataró, Tarragona y Málaga) y desde allí se extendieron al interior de la Península. En el siglo IV, estas comunidades debían de ser tan importantes que un concilio celebrado en Elvira (cerca del antiguo asentamiento romano de Ilíberis, distante unos diez kilómetros al noroeste de la futura Granada musulmana)(2) dictó una serie de cánones antijudíos (entre ellos, las prohibiciones de compartir mesa con un judío y casarse con él) para evitar el contacto de los cristianos con ellos.
Con los reyes del período arriano(3), como Teodorico II (m. 466), Eurico (m. 484) y Atanagildo (m. 567) los judíos vivieron un período de tranquilidad y bonanza en la España visigoda. Leovigildo (m. 586), que fue un hábil guerrero, asoció en el gobierno a sus dos hijos Hermenegildo (m. 585) y Recaredo (m. 601); el primero, aconsejado por su tío y maestro san Leandro de Sevilla (m. 600), se convirtió al catolicismo y fue decapitado por orden de su padre, por negarse a apostatar; el segundo heredó el trono.
Recaredo I, que abjuró el arrianismo en el tercer concilio toledano (587) y abrazó para sí y para el Estado la religión católica, y sus sucesores, como Sisebuto (m. 621), Chintila (m. 639), Recesvinto (m. 672), Wamba (m. 688) —destronado en 680—, y Ervigio (m. 687), fueron feroces e intolerantes con arrianos y judíos por igual.
A partir de Egica (m. 702)— enterado de las maquinaciones de los judíos para liberarse y su contubernio con los musulmanes recién llegados al Magreb—, Witiza (m. 710) y Rodrigo (m. 711), la situación empeoró y los judíos perdieron los pocos derechos que tenían y fueron reducidos a la esclavitud.
1-Historiador judío, nacido en Jerusalem, de linaje real y sacerdotal. Su nombre original fue Iosef Ben Matatiau Ha-Cohen. Un hombre a la vez instruido y mundano, fue miembro del partido de los fariseos, y también una figura pública que, antes de la sublevación judía contra Roma (66), tuvo buenas relaciones en la corte del emperador Nerón (37-68). El papel que desempeñaron los zelotes en la sublevación, así como sus oponentes los fariseos, quienes la consideraron inútil, llevó a Flavio a mantener una posición ambigua en el conflicto. Sus propios escritos exponen dos informes contradictorios sobre su misión en la provincia de Galilea (hoy Palestina ocupada). Según uno de ellos, tomó el mando de las fuerzas judías para dirigir la fase galilea de la sublevación, pero en el otro, más tardío, sostiene que intentó reprimir la sublevación, más que dirigirla. Cualquiera de las dos historias puede ser verdadera. Parece ser que preparó a los galileos para la revuelta, y en el 67 rechazó con valentía el avance de Vespasiano (9-79), el general romano que poco después se convirtió en emperador, defendiendo la fortaleza de Jotapata durante 47 días antes de rendirse. Pudo haber sido enviado como prisionero a Nerón, si no hubiera tenido la agudeza de profetizar que su captor, Vespasiano, algún día sería emperador. Esta profecía satisfizo las ambiciones de Vespasiano, quien le hizo permanecer a su lado. Cuando la predicción se cumplió, Vespasiano liberó a Flavio y éste adoptó el apellido del emperador, pasándose a llamar Flavio Josefo. Acompañó al futuro emperador Tito (39-81), el hijo de Vespasiano, en el asedio de Jerusalén, en el 70. Más tarde, disfrutó del mecenazgo imperial bajo Tito y su sucesor, su hermano Domiciano (51-96). Vivió en Roma hasta su muerte, dedicándose a sus escritos. Sus obras más destacadas, escritas en griego, son La guerra de los judíos (en siete libros), creada para disuadir a su pueblo y otras naciones de exponerse a la aniquilación con otras sublevaciones contra la todopoderosa Roma; Antigüedades judaicas (en veinte libros), la historia del pueblo hebreo desde sus orígenes hasta el 66 d.C., que con elocuencia demuestra cómo su pueblo había prosperado bajo la ley de Dios; una autobiografía, Vida, y Contra Apión, una refutación de acusaciones contra los judíos, hechas en el siglo I por el antisemítico gramático griego Apión, y otros escritores de la misma opinión. La Editorial Acervo Cultural de Buenos Aires publicó las Obras Completas de Flavio Josefo en cuatro volúmenes en 1961, 1688 págs.
2 Cfr. Leopoldo Eguílaz y Yanguas: Del lugar donde fue Ilíberis, Editorial Universidad de Granada, Granada, 1987.
3 Llamado así por la fe cristiana instaurada por los visigodos, originada en las predicaciones del obispo griego Arrio de Libia (256-336), nacido en Libia, defensor de un acendrado monoteísmo que rechazaba la divinidad de Jesús. La doctrina de la Trinidad, recordemos, fue instaurada en la Iglesia Católica recién a partir del Primer Concilio de Nicea, en 325, y produjo un gran cisma entre los cristianos de oriente, partidarios del monoteísmo, y los obispos occidentales liderados por Osio (257-358) que a través del llamado "pacto constantiniano" monopolizaron desde entonces la orientación y el poder de la Iglesia .....................
20090308
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