El panteísmo, "todo" y θεος (theos), "dios": literalmente "Dios es todo" y "todo es Dios"El panteísmo es la creencia de que el mundo y Dios son lo mismo, es más una creencia filosófica que religiosa. Cada criatura es un aspecto o una manifestación de Dios, que es concebido como el actor divino que desempeña a la vez los innumerables papeles de humanos, animales, plantas, estrellas y fuerzas de la naturaleza.Todos deben conceder, en verdad, que sin Dios nada puede ser ni concebirse. Pues todos reconocen que Dios es la única causa de todas las cosas, y tanto de su esencia como de su existencia; esto es, Dios es causa de las cosas no sólo según el devenir, como dicen, sino también según el ser.Spinoza, contra unos y otros, afirmó la existencia del ser eterno e infinito y lo llamó DIOS O NATURALEZA. Pero distinguió, sin separarlas, dos naturalezas en la Naturaleza: la naturaleza naturante o creadora y la naturaleza naturada o creada. La primera es la esencia productora de todas las cosas, está dotada de infinitud y eternidad absolutas, y es la única a la que Spinoza da el nombre de Dios; la segunda es producida o creada, e incluye un universo ilimitado y los incontables mundos que lo conforman, así como todas las cosas finitas que habitan en ellos.Por eso censura Spinoza a unos y otros por no seguir el orden natural a la hora de filosofar. El conocimiento de Dios es prioritario, tanto para entender la vida como para explicarla. Hay grandes pensadores judíos que por momentos parecen panteístas, como Shlomo Ibn Gabirol o Abraham Ibn Ezra en algunas de sus exégesis (por ejemplo en Génesis 1:26 y Éxodo 23:21). Hay panteísmo en el misticismo judío y en su libro más cabal, el Zohar. También el fundador del jasidismo de Jabad, el rabí Shneur Zalman de Ladi, expresa en su obra Tania que "en realidad no hay nada más que Él". Vale citar a un rabino más, Tzvi ben Yaakov Ashkenazi quien, después de estudiar con los sefarditas de Salónica, recibió el título honorífico de Jajam (sabio) y pasó a ser conocido como el Jajam Tzvi. Guió las academias talmúdicas de Altona y de Amsterdam. Poco tiempo después de la muerte de Spinoza, le enviaron al Jajam Tzvi una llamativa pregunta desde Londres: si acaso él había afirmado que Dios es Hateva, la naturaleza. La duda puede abonarse con el dato de que las palabras Elohim (Dios) y Hateva (la naturaleza) tienen el mismo valor numérico de 85. Lo notable es que la respuesta del Jajam Tzvi no rechaza esa idea, sino que la explica. Lo que él había querido decir es que Dios es la fuerza y la voluntad que produce todas las manifestaciones de la naturaleza.
Finalmente, el siglo XVIII produjo un caso singular de panteísmo judío, que fue Najman Krojmal, conocido por su acrónimo Ranak. Éste adaptó la filosofía de Hegel, y más aún la de Schelling, a la experiencia judía. Planteó que existe un solo ente: el Espíritu Absoluto, es decir Dios.
Con todo, ulteriormente, los judíos que más se inclinaron ante la cosmovisión de Spinoza, no lo hicieron desde el panteísmo sino desde el laicismo. En buena medida, fue descubierto como un precursor de la secularización de la vida hebrea. En efecto, prefiguró, solo y alienado, lo que las generaciones posteriores llamarían “secularismo hebreo ”, y muchos judíos laicos hallaron en él inspiración. En 1925, el historiador Josef Klausner, quien fuera candidato a la primera presidencia de Israel, de pie en el Monte Scopus en donde nacía la Universidad Hebrea, proclamó: “Baruj Spinoza, eres nuestro hermano”. Otro de sus grandes admiradores fue el primer Primer Ministro del Estado judío, David Ben Gurión, quien en la década del cincuenta temprana, se propuso hacer revertir la excomunión contra Spinoza. El empeño no había sido muy sopesado, ya que no había ni hay factor en la vida judía que tenga la autoridad para proceder en esa dirección.Quizás quien más se acercó a cumplir con el anhelo de Ben Gurión fue el Gran Rabino de Israel, Isaac Halevi Herzog. Éste, en 1953, recibió una consulta del director del instituto Spinozaeum de Haifa, Herz Shikmoni, quien le preguntaba si, desde el punto de vista de la ley religiosa judía, Spinoza permanecía excomulgado. Herzog respondió cautelosamente que la prohibición de leer obras de Spinoza ya no tenía validez alguna, aunque no quedaba claro si el tribunal que lo había separado de la sinagoga tuvo la intención de que la excomunión perdurara durante generaciones subsiguientes. El hecho es que Spinoza forma parte del mundo académico y cultural, y resulta imposible, en ese contexto, compilar un manual o un curso de pensamiento hebreo sin incluir al notable holandés. Una personalidad afable y sosegada, que sacudió a sus contemporáneos y encandiló con teoremas éticos a los siglos que lo sucedieron. Desde lo filosófico, Spinoza se equivocó. Los hechos no son descubiertos, como él planteaba, por el mero razonamiento. Son revelados por la observación y la experiencia. Cuando podemos inducir con éxito el futuro, no lo hacemos basándonos en principios lógicamente necesarios, sino en datos empíricos que nos provee la realidad. Pero trancurría el siglo XVII y apenas asomaba la era moderna del pensamiento durante la vida de Spinoza quien, en cierto modo, la inauguró. Recordemos la tesis de Harry Wolfson de 1947: toda la filosofía occidental se inició con Filón de Alejandría -es básicamente filónica- y está basada en el concepto de revelación. Para Wolfson, la filosofía religiosa fundada por Filón dominó el pensamiento europeo, hasta que fue destronada por otro judío, dieciséis siglos después. Baruj Spinoza
Finalmente, el siglo XVIII produjo un caso singular de panteísmo judío, que fue Najman Krojmal, conocido por su acrónimo Ranak. Éste adaptó la filosofía de Hegel, y más aún la de Schelling, a la experiencia judía. Planteó que existe un solo ente: el Espíritu Absoluto, es decir Dios.
Con todo, ulteriormente, los judíos que más se inclinaron ante la cosmovisión de Spinoza, no lo hicieron desde el panteísmo sino desde el laicismo. En buena medida, fue descubierto como un precursor de la secularización de la vida hebrea. En efecto, prefiguró, solo y alienado, lo que las generaciones posteriores llamarían “secularismo hebreo ”, y muchos judíos laicos hallaron en él inspiración. En 1925, el historiador Josef Klausner, quien fuera candidato a la primera presidencia de Israel, de pie en el Monte Scopus en donde nacía la Universidad Hebrea, proclamó: “Baruj Spinoza, eres nuestro hermano”. Otro de sus grandes admiradores fue el primer Primer Ministro del Estado judío, David Ben Gurión, quien en la década del cincuenta temprana, se propuso hacer revertir la excomunión contra Spinoza. El empeño no había sido muy sopesado, ya que no había ni hay factor en la vida judía que tenga la autoridad para proceder en esa dirección.Quizás quien más se acercó a cumplir con el anhelo de Ben Gurión fue el Gran Rabino de Israel, Isaac Halevi Herzog. Éste, en 1953, recibió una consulta del director del instituto Spinozaeum de Haifa, Herz Shikmoni, quien le preguntaba si, desde el punto de vista de la ley religiosa judía, Spinoza permanecía excomulgado. Herzog respondió cautelosamente que la prohibición de leer obras de Spinoza ya no tenía validez alguna, aunque no quedaba claro si el tribunal que lo había separado de la sinagoga tuvo la intención de que la excomunión perdurara durante generaciones subsiguientes. El hecho es que Spinoza forma parte del mundo académico y cultural, y resulta imposible, en ese contexto, compilar un manual o un curso de pensamiento hebreo sin incluir al notable holandés. Una personalidad afable y sosegada, que sacudió a sus contemporáneos y encandiló con teoremas éticos a los siglos que lo sucedieron. Desde lo filosófico, Spinoza se equivocó. Los hechos no son descubiertos, como él planteaba, por el mero razonamiento. Son revelados por la observación y la experiencia. Cuando podemos inducir con éxito el futuro, no lo hacemos basándonos en principios lógicamente necesarios, sino en datos empíricos que nos provee la realidad. Pero trancurría el siglo XVII y apenas asomaba la era moderna del pensamiento durante la vida de Spinoza quien, en cierto modo, la inauguró. Recordemos la tesis de Harry Wolfson de 1947: toda la filosofía occidental se inició con Filón de Alejandría -es básicamente filónica- y está basada en el concepto de revelación. Para Wolfson, la filosofía religiosa fundada por Filón dominó el pensamiento europeo, hasta que fue destronada por otro judío, dieciséis siglos después. Baruj Spinoza
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